Cuando
lo conocí nunca me imaginé que fuera el amante apasionado con el que soñé. Es
imposible cuando ves a una persona saber cómo es sexualmente. Hay hombres que
alardean de tener grandes pelotas y ser muy
buenos en la cama, lo mismo que hay hombres que dicen ser muy calientes y
apasionados, siendo los dos, en la mayoría de los casos, puros habladores.
He
descubierto que la gente que menos alardea es la mejor.
en
cambio él que se veía tan común, tan ocupado en sus libros y negocios que daba
la impresión de siempre estar en su mundo, que nunca presumió de galán y
conquistado resulto ser el mejor amante.
La
primera vez que me llevó a la cama fue la experiencia más excitante que he
sentido hasta ahora, tan es así, que nunca pensé poder tener tantos orgasmos y
con tal magnitud. Llegamos a su casa, y entre palabras y miradas me empezó a
besar.
Eran unos besos tan apasionados que inmediatamente mi chocha se
humedeció, comenzó a besarme la cara, la boca, el cuello, y yo, al sentir su
aliento y su respiración, comencé a llegar al borde del placer.
Entre
besos y caricias me quitó el suéter que yo traía y en ese momento se fue sobre
mis tetas mientras las mamaba y lamía, yo comencé a quitarle la camisa y descubrí
esa piel tersa y suave, pero a la vez dura. Entre besos y jadeos, él desabrochó
mi falda y se dio cuenta del liguero que traía puesto, eso lo excitó aun más, y
yo sin poder resistirme toque su bicho erecto que me embestía. Ya los dos
estábamos alcanzando el nivel máximo de placer, sin poder dejar de sentirnos,
besarnos y acariciarnos, entonces me empujo sobre la pared y comenzó a besar
toda mi espalda hasta llegar a las nalgas.
Mientras
las mordía, su mano se deslizo por debajo de mis pantis y con su dedo acaricio
mi clítoris, de arriba abajo, fue tal mi placer que llegué al orgasmo. Mis
gritos y gemidos se confundían con sus palabras. Me llevó a la cama, lentamente
me comenzó a quitar las pantis y las medias. Cuando estuve desnuda por completo
comenzó otra vez a besar y lamer cada parte de mí, hasta abrir mis piernas y
quedar su cara en mi crica húmeda y caliente.
Lentamente
comenzó a besar mi clítoris y a meter su lengua en mi chocha mientras sus manos
se deslizaban por todo mi cuerpo. Pero yo quería probarlo, así que comencé a
moverme hasta que mi cuerpo quedó de tal manera que él siguiera besando mi
clítoris y yo pudiera probar su bicho y realmente sabia delicioso, yo no creía
que se pudiera sentir tanto placer y tuve mi segundo orgasmo. Él recibió con
gusto mi líquido; al escuchar mis gritos y gemidos se excitó más, me volteo y
así de espaldas me clavo.
Al
fin lo sentía dentro de mí, se movía lentamente y con ritmo hasta que sus
movimientos se hicieron más rápidos; yo ya no pensaba, sólo sentía como se
movía cada vez más rápido y llegamos al orgasmo al mismo tiempo. Sentí correr
su leche caliente dentro de mí y como su cuerpo temblaba, sin darme cuenta algo
que me excita muchísimo estaba sucediendo: sudábamos. Nuestros cuerpos estaban
empapados (el sudor que se desprende cuando se hace el amor es algo que en
verdad me excita y me gusta porque no sabe a sal, sabe a sexo; a placer), él
sudaba riquísimo, yo con la lengua comencé a limpiar ese sudor de su frente, de
su pecho, de su abdomen y de nuevo tenía su bicho en mi boca, éste comenzó a
pararse otra vez, él comenzó a quejarse, yo deslizaba suavemente mi lengua y
labios por toda su bicho y recorrí también sus webs, así estuve hasta que se
endureció.
Sin
dejar que él se moviera me subí en él y comencé a introducir su bicho en mi
chocha y a moverme (esta posición me gusta porque yo tengo el mando, yo decido
cuando entra, sale y como se mueve). Después de un rato me puse en horcajadas y
comencé a moverme de arriba hacia abajo, sintiendo como entraba y salía su
bicho una y otra vez con movimientos suaves que se intensificaron hasta que
logré sentir otra vez esa sensación llamada orgasmo.
Era
tal mi cansancio que me recosté a su lado, él me atrajo a su cuerpo y entre
besos, caricias y palabras tiernas me adormecí pensando que él era tierno y
apasionado como ninguno. Entre sueños recuerdo que él se levantó y me cubrió
con una sabana, no sé cuánto tiempo estuve así, cuando desperté la habitación
estaba llena de velas y una música suave envolvía el ambiente. Él parado a mi
lado me enseñó unas cintas de seda y una pluma, sin decir nada y con mucha
suavidad me ató las manos a los barrotes de la cama y lo mismo hizo con mis
pies, me tenía a su disposición.
Con
la pluma fue recorriendo todo mi cuerpo, esa sensación me enloqueció; en unos
minutos ya estaba otra vez al borde del placer y la pasión, lo deseaba y no
podía más, necesitaba sentirlo nuevamente, como no podía moverme le pedí que me
clavara, que quería sentirlo dentro de mí, suavemente me desató mientras me
besaba tiernamente y me hizo suya una vez más; las velas, la música y él
despertaban en el ambiente el romanticismo y la pasión, esta vez no sólo
gemíamos sino también hablábamos, yo le pedía más y él decía que me deseaba y
que le encantaba hacerme el amor
En
una noche había descubierto tantas cosas y tantas sensaciones nuevas para mí,
habíamos probado casi todo, y lo increíble era que todavía ardíamos en placer,
y así obtuvimos nuestro segundo orgasmo junto. Ahora el adormecido era él;
sentí tanto amor al verlo así que lo acaricié para que descansara. Tenía sed,
fui a la cocina por un vaso de agua y en el refrigerador vi una botella de
chocolate liquido, en ese momento se me ocurrió hacer algo que siempre había
deseado, tomé la botella de chocolate y regresé a la cama, él descansaba aún
pero al verme sonrió, tomé la botella y lo bañé de chocolate, desde su velludo
pecho hasta su bicho, que se encontraba flácido, en ese momento.
Comencé
a lamerle el chocolate lentamente desde el pecho hasta que llegue a su bicho y
chupé, éste de nuevo empezó a tener erección; una vez que termine de limpiar el
chocolate, él excitado de nuevo me recostó y comenzó a besarme desde el cuello
hasta mi culo y lo besó. Lentamente deslizó un dedo en él, despacio para no
lastimarme, era una sensación desconocida para mí, entre dolor y placer, lo
hacía con tanto cuidado que el dolor desapareció; sacó el dedo, me inclinó un
poco y con mucho cuidado me fue penetrando por atrás (yo siempre había pensado
que de esa forma dolería mucho, qué equivocada estaba, él lo hacía con tanto
cuidado que el dolor fue sustituido por placer), yo gritaba; comenzamos a
movernos más y más rápido hasta que llegamos a otro orgasmo juntos.
Cuánto
tiempo llevábamos chingando, no sé. Ésta vez quedamos tan exhaustos los dos que
nos quedamos dormidos abrazados, besándonos y diciéndonos palabras de amor. A
la mañana siguiente fue maravilloso despertar y darme cuenta que no había sido
un sueño, que en verdad ese hombre existía y que estaba a mi lado, entre
caricias y besos lo desperté, entre bromas y risas fuimos al baño. Él abrió el
grifo del agua caliente y nos metimos a bañar, tomó el jabón y comenzó a
enjabonarme: una vez más despertó la pasión y volvimos a amarnos bajo el chorro
del agua, esta vez con más calma, más tiernamente pero igual de placentero.
Cuando
me dejó en mi casa, ya anhelaba volver a verlo para sentirme suya una vez más.
Esa ha sido una de las experiencias más maravillosa de toda mi vida. Cuando lo
conocí nunca me imaginé que fuera un hombre tan tierno y apasionado, que él
fuera el hombre que despertara a la mujer que realmente soy, y que me hiciera
sentir tantas sensaciones desconocida, él se veía tan común. ¿Ahora entienden
por qué digo que el que menos alardea es el mejor amante?


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