Llegó el verano y estaba haciendo mucho calor y mi
cuerpo sudaba, el dia estaba muy soleado y apetecía un rico baño de espuma, al entrar en el agua fría mi
cuerpo se estremeció y sentí sobre mi piel un escalofrío de deseos
incontenibles, entre el agua fría y la espuma tocándome, se hizo un toque desesperado por sentir unas manos
masculinas sobre mi cuerpo, de pronto sentí los pasos fuertes de un hombre, me
asusté un poco, ya que no esperaba a nadie, pero al abrirse la puerta del baño
y verlo ahí parado contemplándome, mi excitación fue en aumento. Estaba muy excitada, quizás aún desde el día
anterior, pero ahora ante la presencia de mi macho me había reavivado mi deseo, mis pezones casi
podían perforar la toalla con que me cubrí vanamente, pudiendo percibir el
aroma que desprendía mi carnosa vulva que se estaba humedeciendo, al captar el
estado de su verga desesperada por embornar mi glorioso orificio.
Entre la tenue luz del atardecer,
arrollada a mi toalla que dejé caer lentamente, con parte de mi cuerpo bañado
destapado y no lo podía creer, yo tenía un aspecto tan sensual y provocador,
con mi cabellera completamente alborotada, creando una imagen algo paradójica,
como un caos controlado en el punto justo, acompañado de un rubor calenturiento
en mis mejillas y una idea incitadora invitándome a iniciar una sesión de
recreo del acto inacabado el día anterior, a lo cual se me agregaba la marca de
unos pezones prepotentes debajo del agua transparente; aquello no podía ser
mejor, el desenlace era inevitable. Me encaramé a su cuerpo, estampándole un
beso y degustando ambos labios de su sexy y dulce boca frotándolos con los míos
y mi lengua, a la vez que la intensidad
de nuestra respiración iba en aumento, el completaba su acción estrujando mis
senos con el ímpetu y el arrobo de un hombre desesperado por el cuerpo desnudo
de su mujer, de una forma soñada e inesperada, correspondiéndome, yo agarrándole del cabello y ejerciendo una
presión extra como invitándole a que me comiera ambos senos.
Rápidamente, lo despojé de la ropa que
llevaba aún puesta, quedando totalmente desnudo, descendí torpemente por su
abdomen, tratando en vano de dármelas de artesana del sexo, a lo que el
incorporándose con una dulce sonrisa en su rostro, me tomó de los hombros y
suavemente revirtió la posición quedando yo boca arriba, besándome y
arrullándome al oído con suaves confesiones de pasión, para aumentar su hechizo
y transportarme al más elevado de los disfrutes; comencé a cogerle la pinga,
logrando que su erección se potenciara aún más y con la agilidad de un amante
avezado en muchas batallas, acrecentó la presión de su implacable miembro por medio de increíbles
caricias y un reposado tocamiento.
Sabía que lo bueno estaba por venir, me
retiró la toalla de un tirón, mientras
yo deslizándome atrevidamente por su cuerpo, llegué hasta una posición en que su pene estaba en
las puertas de mi boca y mirándome ávidamente la expresión anhelante que mi
rostro, le obsequié una vez más con mi
sonrisa cargada de sexo y sin más contemplaciones comencé a introducir su pinga entre mis labios, en una secuencia
excitante, deteniéndome cada vez en la punta de su miembro, provocándole
sensaciones indescriptibles, dejando mella en el para siempre, fue el primer
acto de sexo oral que me habían realizado tan exquisito. Y yo en un ritmo sensual asombroso, arqueando mi
espalda cada vez que me metía toda su verga dentro de mi boca, el prosiguió con ese milagro de placer para
ambos. Entretanto yo le hacía tan suculento soplado en su verga, abrió mis piernas,
acariciando mis muslos, hasta que sus dedos alcanzaron mi trémula vulva, el en
un desesperado intento por encontrar mi clítoris, introdujo su dedo pulgar en
mi agujero, yo respondí con un respingo,
pero al notar sus intenciones tomé su
dedo, lo situé sobre ese botoncito. Me
acaricio durante un corto espacio de tiempo, deleitándolo al ver como retorcía
mi cuerpo de placer. Hasta que viendo que su pinga se ponía intratable lo sacó de
mi boca y me dijo con voz acariciante que había llegado el momento de cogerme,
mientras me tumbaba de espaldas sobre la cama. Entonces en un coordinado
movimiento, me tomó del cuello, regalándome un cálido beso, susurrándome
palabras dulces y apasionadas, una vez más. Súbitamente, cambio de posición
colocándose encima de mi, sobre mis piernas abiertas de par en par, puso su
verga sobre mi chocha, apuntando bien en el centro de mi abertura labial y me
disparo un golpe maestro que envainó su espadón hasta la empuñadura, mientras
sus labios y su lengua chupaban y besaban atropelladamente todas las partes
cálidas y de mi cuerpo, terminando en un fiero combate de nuestras lenguas allá
dentro de mi boca de fuego. Esta muestra de salvaje deseo, me encendió a mi
más, así que me dediqué a cumplir plenamente cada una de sus indicaciones, estaba
encima de mi, metiéndome su miembro hasta la cepa, alternando besos para
apaciguar mis gemidos con lengüetazos en mis pechos, que seguían tensos y
palpitantes mientras taladraba mis entrañas con todas sus fuerzas, en una
frenética maratón de clavadas y penetraciones.
Al sentir su estaca dentro de mi cuerpo, comencé
a mover mi pelvis buscando el encuentro
total de su pene y el al mismo tiempo
embestía como un toro salvaje, clavándome la puya hasta lo mas hondo y
sacándola para volver a meterla cada vez con mas fuerza.
Nuestros sexos alcanzaron a moverse a un ritmo
infernal, estaban como en llamas, empotrada su pija en mi gruta devoradora.
Así, al cabo de unos minutos volví a sentir esa sensación sin igual de que
todos los fluidos de mi cuerpo se iban a derramar en un lujurioso orgasmo,
seguí con mis desesperados meneos de vaivén, y levantando mis dos piernas arrollándolas por detrás de su cuello, recibiendo
sus achuchones en una posición inmovilizada pero con su pinga embutida al
máximo. Mientras el rugía como un condenado, jadeando de placer, yo gemía de forma contenida a cada uno de sus envites,
los dos con el pulso acelerado a mas de cien, deseando por mi parte alargar
aquel trance y rendir a aquel macho tan voraz y duradero; pero yo sobre
excitada me sentía al límite y de pronto noté un estremecimiento muy intenso, que
el sin poder reprimir por más tiempo el
primer orgasmo producto de una cópula completa. Descargó toda su leche dentro de mi concha y como yo
parecía aun pletórica y tensa, continuo machacando mi coño con todas sus fuerzas
con el mazo otra vez duro como el granito, hasta que alcanzó a provocarme unos espasmos que le comprimían
su verga como si fuera a ser engullida por un abismo y le confesé aturdida que
había tenido una corrida extraordinaria.
Después de este atracón de sexo, nos abandonamos
en una pequeña pausa, acostados boca arriba uno junto al otro. Nuestro reciente
orgasmo, sólo era el preludio de la memorable jornada que nos esperaba, luego
nos revolvimos uno contra el otro y entre mimos, arrumacos y caricias, más el
deseo instintivo de agotar nuestro apetito la calentura no tardó nada en volver
a nuestros cuerpos, de manera que pudimos besarnos con pasión, sosegadamente,
agradeciéndonos mutuamente lo que había pasado, pero a la vez alimentando una
vez más la excitación, que ya empezaba a renacer nuevamente y estaba
encendiendo nuestras hogueras genitales.
Yo, al sentir que su pija se había
recuperado casi al instante, me encaramé sobre el, besándole las orejas, diciéndole
entre palabras apasionadas y amorosas que era el momento de volver a coger
-Cógeme másss, amor mío. . . .! ¿No era
eso lo que querías? Ya puedes metérmela hasta que se me salga por la boca!.
El final de nuestro encuentro estuvo
plagado de emociones fuertes, estuve unos momentos extenuada y triste abrazada
a el, intentando perpetuar nuestra unión y confesándole todo lo que había significado
mi apareamiento con el y lo difícil que me resultaba renunciar a seguir
teniéndolo.
Llegó el día de nuestro
último ayuntamiento, recuerdo muy bien que era un domingo a finales de Agosto y
me introduje en la casa con una extraña sensación de angustia y de deseo.
Volviendo atrás los recuerdos de lo que me había sucedido con ese hombre tan
delicioso, me pareció que todo había transcurrido muy deprisa, como un suspiro
de gloria.
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