Cuenta Los Minutos Que Estas En Mi Blog Y Gozate

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Reloj

3 abr 2011

Verano De Pasión

Llegó  el verano y estaba haciendo mucho calor y mi cuerpo sudaba, el dia estaba muy soleado y apetecía un rico baño  de espuma, al entrar en el agua fría mi cuerpo se estremeció y sentí sobre mi piel un escalofrío de deseos incontenibles, entre el agua fría y la espuma tocándome, se hizo  un toque desesperado por sentir unas manos masculinas sobre mi cuerpo, de pronto sentí los pasos fuertes de un hombre, me asusté  un poco, ya que no esperaba a nadie, pero al abrirse la puerta del baño y verlo ahí parado contemplándome, mi excitación fue en aumento.  Estaba muy excitada, quizás aún desde el día anterior, pero ahora ante la presencia de mi macho  me había reavivado mi deseo, mis pezones casi podían perforar la toalla con que me cubrí vanamente, pudiendo percibir el aroma que desprendía mi carnosa vulva que se estaba humedeciendo, al captar el estado de su verga desesperada por embornar mi glorioso orificio.
Entre la tenue luz del atardecer, arrollada a mi toalla que dejé  caer lentamente, con parte de mi cuerpo bañado destapado y no lo podía creer, yo tenía un aspecto tan sensual y provocador, con mi cabellera completamente alborotada, creando una imagen algo paradójica, como un caos controlado en el punto justo, acompañado de un rubor calenturiento en mis mejillas y una idea incitadora invitándome a iniciar una sesión de recreo del acto inacabado el día anterior, a lo cual se me agregaba la marca de unos pezones prepotentes debajo del agua transparente; aquello no podía ser mejor, el desenlace era inevitable. Me encaramé a su cuerpo, estampándole un beso y degustando ambos labios de su sexy y dulce boca frotándolos con los míos  y mi lengua, a la vez que la intensidad de nuestra respiración iba en aumento, el completaba su acción estrujando mis senos con el ímpetu y el arrobo de un hombre desesperado por el cuerpo desnudo de su mujer, de una forma soñada e inesperada, correspondiéndome,  yo agarrándole del cabello y ejerciendo una presión extra como invitándole a que me comiera ambos senos.
Rápidamente, lo despojé de la ropa que llevaba aún puesta, quedando totalmente desnudo, descendí torpemente por su abdomen, tratando en vano de dármelas de artesana del sexo, a lo que el incorporándose con una dulce sonrisa en su rostro, me tomó de los hombros y suavemente revirtió la posición quedando yo boca arriba, besándome y arrullándome al oído con suaves confesiones de pasión, para aumentar su hechizo y transportarme al más elevado de los disfrutes; comencé a cogerle la pinga, logrando que su erección se potenciara aún más y con la agilidad de un amante avezado en muchas batallas, acrecentó la presión de su  implacable miembro por medio de increíbles caricias y un reposado tocamiento.
Sabía que lo bueno estaba por venir, me retiró  la toalla de un tirón, mientras yo deslizándome atrevidamente por su cuerpo, llegué  hasta una posición en que su pene estaba en las puertas de mi boca y mirándome ávidamente la expresión anhelante que mi rostro, le obsequié  una vez más con mi sonrisa cargada de sexo y sin más contemplaciones comencé  a introducir  su pinga entre mis labios, en una secuencia excitante, deteniéndome cada vez en la punta de su miembro, provocándole sensaciones indescriptibles, dejando mella en el para siempre, fue el primer acto de sexo oral que me habían realizado tan exquisito. Y yo  en un ritmo sensual asombroso, arqueando mi espalda cada vez que me metía toda su verga dentro de mi  boca,  el prosiguió con ese milagro de placer para ambos. Entretanto yo le hacía tan suculento soplado en su verga, abrió mis piernas, acariciando mis muslos, hasta que sus dedos alcanzaron mi trémula vulva, el en un desesperado intento por encontrar mi clítoris, introdujo su dedo pulgar en mi agujero, yo respondí  con un respingo, pero al notar sus intenciones tomé  su dedo, lo situé  sobre ese botoncito. Me acaricio durante un corto espacio de tiempo, deleitándolo al ver como retorcía mi cuerpo de placer. Hasta que viendo que su pinga se ponía intratable lo sacó de mi boca y me dijo con voz acariciante que había llegado el momento de cogerme, mientras me tumbaba de espaldas sobre la cama. Entonces en un coordinado movimiento, me tomó del cuello, regalándome un cálido beso, susurrándome palabras dulces y apasionadas, una vez más. Súbitamente, cambio de posición colocándose encima de mi, sobre mis piernas abiertas de par en par, puso su verga sobre mi chocha, apuntando bien en el centro de mi abertura labial y me disparo un golpe maestro que envainó su espadón hasta la empuñadura, mientras sus labios y su lengua chupaban y besaban atropelladamente todas las partes cálidas y de mi cuerpo, terminando en un fiero combate de nuestras lenguas allá dentro de mi boca de fuego. Esta muestra de salvaje deseo, me encendió a mi más, así que me dediqué a cumplir plenamente cada una de sus indicaciones, estaba encima de mi, metiéndome su miembro hasta la cepa, alternando besos para apaciguar mis gemidos con lengüetazos en mis pechos, que seguían tensos y palpitantes mientras taladraba mis entrañas con todas sus fuerzas, en una frenética maratón de clavadas y penetraciones.
Al sentir su estaca dentro de mi cuerpo, comencé  a mover mi pelvis buscando el encuentro total de su  pene y el al mismo tiempo embestía como un toro salvaje, clavándome la puya hasta lo mas hondo y sacándola para volver a meterla cada vez con mas fuerza.
 Nuestros sexos alcanzaron a moverse a un ritmo infernal, estaban como en llamas, empotrada su pija en mi gruta devoradora. Así, al cabo de unos minutos volví a sentir esa sensación sin igual de que todos los fluidos de mi cuerpo se iban a derramar en un lujurioso orgasmo, seguí con mis desesperados meneos de vaivén, y  levantando mis dos piernas  arrollándolas por detrás de su cuello, recibiendo sus achuchones en una posición inmovilizada pero con su pinga embutida al máximo. Mientras el rugía como un condenado, jadeando de placer, yo  gemía de forma contenida a cada uno de sus envites, los dos con el pulso acelerado a mas de cien, deseando por mi parte alargar aquel trance y rendir a aquel macho tan voraz y duradero; pero yo sobre excitada me sentía al límite y de pronto noté un estremecimiento muy intenso, que el  sin poder reprimir por más tiempo el primer orgasmo producto de una cópula completa. Descargó  toda su leche dentro de mi concha y como yo parecía aun pletórica y tensa, continuo machacando mi coño con todas sus fuerzas con el mazo otra vez duro como el granito, hasta que alcanzó  a provocarme unos espasmos que le comprimían su verga como si fuera a ser engullida por un abismo y le confesé aturdida que había tenido una corrida extraordinaria.
Después de este atracón de sexo, nos abandonamos en una pequeña pausa, acostados boca arriba uno junto al otro. Nuestro reciente orgasmo, sólo era el preludio de la memorable jornada que nos esperaba, luego nos revolvimos uno contra el otro y entre mimos, arrumacos y caricias, más el deseo instintivo de agotar nuestro apetito la calentura no tardó nada en volver a nuestros cuerpos, de manera que pudimos besarnos con pasión, sosegadamente, agradeciéndonos mutuamente lo que había pasado, pero a la vez alimentando una vez más la excitación, que ya empezaba a renacer nuevamente y estaba encendiendo nuestras hogueras genitales.
Yo, al sentir que su pija se había recuperado casi al instante, me encaramé  sobre el, besándole las orejas, diciéndole entre palabras apasionadas y amorosas que era el momento de volver a coger
-Cógeme másss, amor mío. . . .! ¿No era eso lo que querías? Ya puedes metérmela hasta que se me salga por la boca!.
El final de nuestro encuentro estuvo plagado de emociones fuertes, estuve unos momentos extenuada y triste abrazada a el, intentando perpetuar nuestra unión y confesándole todo lo que había significado mi apareamiento con el y lo difícil que me resultaba renunciar a seguir teniéndolo.

Llegó el día de nuestro último ayuntamiento, recuerdo muy bien que era un domingo a finales de Agosto y me introduje en la casa con una extraña sensación de angustia y de deseo. Volviendo atrás los recuerdos de lo que me había sucedido con ese hombre tan delicioso, me pareció que todo había transcurrido muy deprisa, como un suspiro de gloria.

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