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Reloj

19 abr 2011

Vacaciones

Hola soy una mujer de 48 años, todos dicen que me mantengo muy bien, por lo menos me dicen piropos en la calle, y les quiero contar lo que sucedió cuando me fui de vacaciones con mi amiga Raquel y su hijo Anthony
Ese sábado era especial, aparte de que era un día precioso, era mi primer día de vacaciones, casi un mes para descansar. Me había puesto de acuerdo con Raquel, mi mejor y más antigua amiga, para ir a su casa en la playa.


- Vamos a dedicarnos a pasear por la playa y a escuchar la música que nos gusta tomando algún traguito,, además Raquel me dijo que queria hablar conmigo  y pedirme un favor. Pese a mi insistencia no me quiso decir más, solo me tranquilizó diciendo que no era nada grave, que allá con calma me lo diría. Raquel y yo somos amigas desde la secundaria, siempre estuvimos cerca una de la otra, cuando me casé, cuando nacieron mis hijas, cuando me separé hace años. 


Yo estuve junto a ella cuando falleció su madre después de una larga enfermedad, cuando se casó mucho después que yo y tuvo a su hijo Anthony, cuando su marido la dejó por "alguien", después supimos que era gay, en fin siempre juntas, en las buenas y en las malas como se dice.
Me despedí de mis hijas y después de los clásicos "pórtense bien" y "no corras en la ruta", finalmente partí.


Era cerca del mediodía cuando llegué, Raquel, y su hijo, Anthony ya tenia 19 años y es súper apegado a ella, habían ido el día anterior.
 Ella estaba en el jardín y me hizo señas de bienvenida, se acercó a mí, nos abrazamos felices y me mostró un hermoso ramo de flores que había cortado recién, “¿te gustan? las corté para alegrar la casa, lo bien que la vamos a pasar”, dijo sonriendo.


Estaba sacando mi bolso del auto cuando escucho unos pasos corriendo, era Anthony que salía feliz a mi encuentro “hola tía, que bueno que viniste”, me dijo.
- Por Dios que rápido creces, le dije, te dejo de ver un tiempito y ya eres un hombre.
Entramos a la casa y me ayudaron a llevar mis cosas a "mi pieza", digo así porque siempre ocupo la misma habitación cuando voy. Pasamos toda la tarde en la playa, las horas pasaron volando, mientras conversábamos de muchas cosas diferentes. 


Esa noche me acosté temprano por el cansancio del viaje, los días siguientes fueron iguales, salvo que por las noches con Raquel nos quedábamos hablando en la sala las dos en camisón, pero note que Anthony al verme en bikini me miraba de una forma especial, lo cual me excitaba un poco por verme deseada.
A la tercera noche, después de comer, Anthony saludó y se fue a acostar, yo le dije a mi amiga que iba a darme una ducha antes de acostarme, tenia arena por todos lados.

 Ella me dijo que después de bañarme volviera a la sala, que tomaríamos una piña colada, nuestro trago favorito desde siempre. Ante esa oferta no me puedo negar, le dije y fui a ducharme.
Después de bañarme y masajearme con una suave loción por todo el cuerpo, me puse mi camisolín y encima una bata atada a la cintura. Agarré mis cigarrillos y me dirigí a la sala, toda la casa estaba a oscuras y solo brillaba la débil luz de unas pequeñas velas aromáticas encendidas sobre la mesita del living.

 Junto a ellas las copas esperaban listas y servidas con abundante hielo como nos gusta. Raquel se encontraba colocando unos discos compactos en el equipo, “ahora el ambiente es perfecto”, dijo como pensando en voz alta.
Nos acomodamos en el sofá y empezamos a charlar mientras bebíamos, recordamos cuando tomamos por primera vez ese licor, en esa fiesta en casa de una compañera que después dejamos de ver. Nos reímos de tantas tonterías que hace una cuando es adolescente, de los muchachos que nos gustaban, de aquel profesor viejo y arrugado, en fin, de muchas cosas.

Pasó la hora y los traguitos, cuando apareció Anthony, vestía solo un short, se paró en el umbral y dijo “con sus risas y su música no pude dormir así que mejor las acompaño”, y se sentó en un sillón.
 Raquel le dijo “deberías ponerte una camisa, no quiero que te resfríes”. El muchacho le respondió algo ofuscado “Mamá ya soy grande para que me digas como vestir, así estoy bien, y además hace calor”.
La charla continuó mientras Anthony nos miraba y escuchaba entretenido nuestras historias.

 Nuestras copas se vaciaban tan rápido como se consumían los cigarrillos, y la música "antigua", como dice Anthony, nos traía cada vez nuevos recuerdos, cada grupo, cada canción eran evocaciones de nuestros años pasados, 
Perdimos la noción del tiempo, no sé cuantas copas tomamos, casi nos olvidamos del muchacho que casi no se veía al otro extremo de la oscura sala. Raquel llenó de nuevo mi copa, yo riendo dije algo así como “acércamela que creo que no puedo pararme a buscarla”, ella se sentó a mi lado en el sofá y me puso la copa en los labios, el licor se derramo de mi boca chorreando por mi cuello hasta el canal entre mis senos, ambas reíamos sin parar. 

Mi amiga me dio la mano tirándome para ayudarme a ponerme de pié mientras decía “Liz, bailemos esta canción de otros tiempos, me encanta...” Nos abrasamos y comenzamos a movernos suavemente al ritmo de “Samba pa ti” de Santana, la música invadía toda la sala, el aroma de las velas se mezclaba con el humo de mi cigarrillo, que se consumía en el cenicero. La débil luz de las velas proyectaba extrañas y oscilantes sombras en los muros.

De pronto, Raquel se apartó de mí diciéndome:
- Estás toda manchada con el trago...!!, y desatando el cinturón de mi bata me la sacó arrojándola lejos. 

Yo solo atiné a decirle “Hey ¿no ves que está Anthony?” él miraba la escena sin decir nada sentado en un sillón.
 La delgada camisola de dormir me llegaba hasta la mitad de los muslos, mi espalda quedaba expuesta hasta la cintura, por delante era bastante escotada y arriba se sostenía por dos delgadas tiras que se ataban detrás del cuello. Cuando Raquel volvió a abrazarme para seguir bailando le susurré al oído:
- Que vergüenza, ahora si que te rayaste amiga, mira como estoy, haciéndome la loca delante de tu hijo... Ella solo se rió.

Después de unos momentos le pidió a Anthony que fuera a buscar más hielo a la cocina. Cuando estuvimos solas aproveché para decirle:
- Estás bien loca Raquel..., ella se acercó y me respondió al oído:
- ¿Te das cuenta como te mira Anthony?, está extasiado con tu atuendo, hizo una pausa y agregó “creo que caliente es más exacto”.
Yo me quedé mirándola perpleja, no podía creer lo que acababa de oír, luego con voz seductora agregó: 

- Imagínate que pasará por su mente, debe estar tratando de adivinar como es tu cuerpo debajo de tu camisón, por lo menos tus piernas las mira bastante... Sentí como me humedecía abajo. Mi amiga continuó:
- ¿Te acuerdas del favor que te dije que te iba pedir?, quiero que te acuestes con él, está creciendo muy rápido y necesita ser iniciado en el sexo, yo escuchaba muda. 

“Tengo miedo que alguna desconocida le vaya a pegar quizás que mugre, o lo haga sufrir. Por otro lado, sé que le gustas... así que quiero que seas tu la primera”, siguió. Yo abrí los ojos atónita. Hizo una pausa y agregó: 
- Piénsalo, es ideal, hablamos una vez como sería iniciar a un joven virgen, ser su profesora sexual, ser la primera en disfrutarlo y sentirlo, ¿te acuerdas? era nuestro sueño secreto, te estoy dando la posibilidad. Yo estaría tranquila sabiendo que al ser tu, mi amiga de siempre y que lo quieres, serás dulce con él.

Yo le respondí con voz entrecortada “¡¡Por esa misma razón no puedo, lo conozco desde chiquito...pese a su tamaño todavía lo veo como un niño...!!”, ella me miró directo a los ojos y me dijo “¿y me vas a decir que eso no te calienta más?”. Yo bajé la mirada, mi mejor amiga tenía razón, la idea me tenía latiendo el corazón a mil.
- Aun así, no podría hacerlo..., dije moviendo la cabeza.
La llegada del chico que volvía con el hielo nos interrumpió,  Raquel le dijo que sirviera otros tragos para nosotras, me abrazó y seguimos bailando.

Otra canción lenta de otros tiempos inundaba la habitación, "Angie" de los Rolling Stones. Mientras nos movíamos mi cerebro trabajaba, analizaba la situación, mi amiga lo había planeado todo para esos días en la playa, imaginaba escenas de sexo con el chico, mi cuerpo se estremecía, pero otra parte de mí lo rechazaba. 
Estaba sumida en mis pensamientos cuando de pronto me di cuenta que mientras bailábamos Raquel “descuidadamente" me subía el camisolín mostrando todas mis piernas, le dirigí una mirada de enojo y me hizo un guiño señalándome con disimulo, Anthony sentado en un rincón no se perdía detalle de mi figura. 

Le sonreí con cara de picara, ella comprendió mi gesto, estaba empezando a rendirme, intentaría participar en su morbosa intriga; seguimos bailando como si nada. Después de un rato Raquel me soltó y dijo “Hijo baila con tu tía que yo voy a tomar un traguito”.
Él, sin decir nada, caminó hacia mí, sonrió tímidamente, me abrazó y comenzamos a movernos.
Mi cabeza daba vueltas, mi mente estaba sumergida en un océano de sensaciones, con ese tipo de embriaguez que hace perder el control, que nos desinhibe, que nos impulsa a tener una especie de sueños despiertos donde se confunde la realidad con la fantasía. Todo parecía más simple, no necesitaba razones ni análisis, solo estaba ocurriendo y ya.

Anthony y yo continuábamos bailando, una de sus manos acariciaba mi espalda, la otra se posaba sobre mi cadera, había apoyado su cabeza en mi hombro y sentía su respiración cálida en mi cuello. En la semi penumbra vi a Raquel que nos observaba fumando nerviosa, en sus ojos se adivinaba la excitación que le producía la escena. Al rato dijo bostezando “me dio sueño... creo que me voy a dormir, ustedes sigan divirtiéndose”, y se fue a su habitación cerrando la puerta tras de sí.
Pasaron unos minutos, seguíamos bailando en silencio, nuestros cuerpos apenas se rozaban pero cada roce me producía verdaderas descargas eléctricas, yo estaba ardiendo, me costó mucho pero decidí tomar la iniciativa. Mientras bailábamos hice un movimiento brusco y su mano quedó sobre mi cola, la dejó allí, quieta, intentó distraerme diciendo con nerviosismo “es linda esta canción”, yo asentí con la cabeza moviéndome deliberadamente para que sintiera mi anatomía bajo la delgada tela. 
Transcurrió un rato, disimuladamente comenzó a recorrer mis nalgas, yo lo rodeé fuertemente con mis brazos como no percatándome del manoseo, así estuvimos unos minutos eternos, de pronto sentí un profundo cargo de conciencia, no puedo hacerlo pensé, y me separé bruscamente de él diciéndole:
- Mejor anda a dormir...es tardísimo.

Me dijo "buenas noches" y se fue a su pieza. Yo me quedé sola, me serví otro trago, lo bebí nerviosamente mirando por la ventana hacia el mar, a lo lejos se podía oír el rumor de las olas, por mi mente pasaban pensamientos confusos y contradictorios. Apagué las velas y el estéreo, me fui a mi pieza y me acosté.
No tenía sueño, encendí la luz y me levanté dirigiéndome a un gran espejo en la pared, miré mi cuerpo detenidamente, me vi bastante deseable, acomodé mi pelo, me acerqué para mirar mi rostro con detenimiento, aquellas incipientes arruguitas en mi piel me parecieron más grandes que nunca, sentí fuertes ganas de fumar y recordé que había dejado los cigarrillos en la sala. 
Apagué la luz, respiré profundamente y salí a oscuras a buscar mis cigarrillos, los encontré sobre la mesa, saqué uno y me encaminé derecho a la pieza de Anthony entré, cerré la puerta tras de mí y pregunté en voz baja: 
- ¿Estas despierto?, en la oscuridad respondió afirmativamente. "¿Tienes fuego para prender un cigarrillo?, agregué. Lo oí tantear sobre la mesita de luz, encontró un encendedor. Me aproximé, se vio el típico chispazo y lo encendió girando hacia mí, yo estaba completamente desnuda junto a su cama.

 La luz amarillenta iluminaba todo mi cuerpo, mis grandes y blancos senos, mis parados pezones que emitían largas sombras, mi vientre, mi ombligo, mi vulva entreabierta, que se ofrecía con su pequeño ramillete de pelitos que brillaban a la luz. 
Mientras encendía mi cigarrillo su mano temblaba, aprovechó para mirarme de pies a cabeza sin siquiera pestañar con sus grandes ojos café, luego la pequeña llama se apagó. En la oscuridad mi boca buscó la suya con los labios entreabiertos, nuestras lenguas se enlazaron con dulzura. Mientras nos besábamos comenzó a amasarme las tetas, mis pezones erectos eran un verdadero juguete para sus dedos. 

Me tendí junto a él, fumé con los ojos cerrados mientras el me recorría con sus manos, tanta ansiedad y algo de torpeza me tenían loca, me quedé quietita cuando él me exploraba toda, separé bien las piernas para que sus dedos hurgaran en mi cuevita que ahora ya estaba abierta y completamente mojada. Fue muy dulce sentir sus manos inexpertas en mis rincones más íntimos.
Apagué el cigarrillo, descorrí las sabanas y comencé a acariciar su pecho, bajé lentamente hasta su bulto, el pobre se notaba nervioso y asustado, sentí su dureza lo cual me excitó mucho más. Le bajé el short dejándolo desnudo, mis manos subieron por sus piernas hasta su miembro, lo acaricié con delicadeza, su desarrollo me sorprendió, casi instintivamente me arrodillé entre sus piernas y lo fui besando desde las bolas hasta la punta, pequeños besos con los labios cerrados, sonoros como los besos que él me daba cuando niño. 
Cuando estaba besando su cabeza no pude contenerme más, abrí golosamente mi boca y metí lo más que pude de aquella delicia en ella, mi lengua lo lamía y frotaba con desesperación, el abría al máximo sus piernas y se retorcía de placer tratando de ahogar sus gemidos, alcanzó a decir “nooo...” y comenzó a disparar chorritos de semen en mi boca, yo como loca, saboreaba cada gota de aquella miel virgen, era mía, solo mía, y la quería toda. 
Todavía lamiéndolo le pregunté “¿te gusto?”, respondió que sí con voz entrecortada, “aún te falta darle otra cosita a la tía”, agregué mientras sentía en mi boca como estaba duro de nuevo. Me tendí con las piernas abiertas y lo guié hasta que lo puse dentro de mí, fue exquisito sentir cuando me penetró, sus movimientos aparecieron solos, allí estaba yo desnuda y abierta, siendo culeada salvajemente por el hijo de mi mejor amiga.
No tardamos mucho en llegar juntos a un gran orgasmo, mi vagina se contraía como exprimiendo hasta la ultima gota de leche, le dije que siga, el daba las ultimas embestidas como intentando llegar a lo más profundo dentro mío, después, nos quedamos largo rato abrazados en la misma posición, sin decir palabra, solo sintiendo nuestros cuerpos unidos en uno solo. 
Casi amanecía cuando me levanté y me fui a mi pieza en silencio, después de darle un tierno beso en la boca. 

A la mañana siguiente Raquel me dijo con mirada tierna “Gracias amiga, algún día me contarás los detalles, ahora solo disfrútalo”.
Aquella noche, aquella extraña y mágica noche, él perdió su inocencia, y en cierta forma creo que yo también perdí la mía, desde esa noche ya nunca fui la misma, mis puntos de vista cambiaron para siempre y mis horizontes sexuales también.

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