
Él la
perseguía a través de su biblioteca, entre escritorios, sillas y sofás.
Ella se escapaba hablando de los derechos de la mujer, infinitamente violados.
Cinco mil años absurdos los separaban. durante cinco mil años ella había sido inexorablemente vejada, postergada, reducida a la esclavitud.
El trataba de justificarse por medio de una rápida y fragmentaria alabanza personal, dicha con frases entrecortadas y trémulos ademanes.
Ella se escapaba hablando de los derechos de la mujer, infinitamente violados.
Cinco mil años absurdos los separaban. durante cinco mil años ella había sido inexorablemente vejada, postergada, reducida a la esclavitud.
El trataba de justificarse por medio de una rápida y fragmentaria alabanza personal, dicha con frases entrecortadas y trémulos ademanes.
La muchacha se escapaba siempre de anaquel en anaquel,
hasta el sofá donde hacían el amor después de la lectura nocturna, servía de muralla defensiva.
hasta el sofá donde hacían el amor después de la lectura nocturna, servía de muralla defensiva.
Él recordaba
en su interior un escrito de Walter Benjamín que decía que los libros y las
putas se pueden llevar a la cama, que los libros y las putas entrelazan el
tiempo.
Dominan la noche como el día y el día como la noche. Una risa
machista y milenaria se marcó poéticamente en su rostro...
Ella, recordaba con ternura y con casi lágrimas en sus ojos:
"El
hombre es un hijo que se ha portado mal con su madre a través de toda la
historia".
Ella lo perdonó a él,
perdonando a todos los hombres.
Su mirada
perdió resplandores, bajo los ojos como una madona.
Su boca
endurecida antes por la duda y los temores, se hizo blanda y dulce como un
fruto.
El sentía brotar de
sus manos y de sus labios caricias mitológicas.
Se acercó
a la mujer temblando y la mujer no huyó.
Y allí en la biblioteca, en el estudio de trabajo, en aquel
escenario complicado, imaginativo, creativo, se inició el episodio
milenario, igualitario, de la historia más antigua del mundo... Sexo y lujuria




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