Hurgando en el baúl de los recuerdos, me
encontré con esta historia que aunque fue hace tiempo, en su debido momento fue
una pequeña fuente inspiradora de placer. Hace bastantes años tuve un
importante puesto en una empresa y, por tal motivo, una oficina con varias
secretarias. Una de ellas, después de un paciente trabajo se convirtió en mi
amiga íntima y mi secretario era un hombre muy apuesto al que yo le gusté
enseguida que me lo presentaron nos hicimos buenos compañeros de trabajo pero
que al pasar un buen tiempo casi un año, mantuvimos una deliciosa relación
sexual con muchísimos encuentros a veces en su casa, a veces en la mía y a
veces en moteles. El era un hombre separado, moreno claro, pelo muy negro y
largo hasta los hombros, de unos 32 años de edad por esa fecha. Muy educado,
todo un caballero en el trato diario y una fiera muy competente en la cama.
Nuestra intimidad nos llevó a relatarnos mutuamente algunas experiencias
sexuales anteriores como una forma de aumentar el placer. Le conté varias cosas
y, una de ellas, es la que voy a referir a continuación. Mis palabras
entrecortadas mientras culiábamos ferozmente en un sillón de cuero que tenía en
la sala de su casa. Tú sabes que me casé muy joven le decia. Solo tenía 15 años
cuando me uní a mi primer esposo.
No era muy
trabajador pero era muy activo sexualmente, ¡Ah, Aun me mojo al recordar las
cogidas que me daba! Lamentablemente era muy celoso (Y eso fue la causa de
nuestra separación pues algunas veces llegó hasta la violencia)
El caso es que
vivíamos en una casa modesta adosada a otra modesta casa. el baño de la nuestra
era una habitación de regular tamaño que, justamente, quedaba pegada a la casa
de nuestra vecina, una señora de edad que vivía sola con un nieto adolescente.
Cierta vez me pareció escuchar algunos ruidos raros y tuve la impresión de que
alguien me observaba mientras me bañaba. Un poco más tarde revisé
cuidadosamente esa pared y pude hallar en ella un pequeño orificio. Sentí una
profunda molestia al sospechar, casi con certeza, que mi privacidad había sido
vulnerada y que mi vecinito disfrutaba de mi cuerpo desnudo. Para asegurarme,
un día en que mi vecina estaba sola , la visité y comprobé que ciertamente, el
cuarto donde dormía el muchacho quedaba pegado a mi baño y que, bajo el bendito
agujero, se observaban, en la pared y en el suelo, algunas manchas brillantes y
blanquecinas que no podían ser otra cosa que semen seco. No hallé que hacer.
Pensé en decirle a mi marido pero, conociendo su violento carácter, cambié de
opinión pues temí que golpeara al chico y nos viéramos todos envueltos en un
escándalo y problema mayor de imprevisibles consecuencias. Tampoco me pareció
adecuado acusarlo con su abuelita. Y así, mientras cavilaba, me fui dando
cuenta de que el problema no era tan grave y que, más aun, me producía un
pequeño morbo imaginarme al chico, a un metro de distancia y pajeándose
furiosamente en mi honor. Entonces, un día resolví que, si él quería ver, pues
vería. Tomé la precaución de bañarme cuando él estuviese en su casa y le monte
un pequeño show. Con mucha calma me fui quitando la ropa, dándole la espalda y
quedando por algunos momentos solo en sostén y pantaletas. Después de caminar
haciendo como que buscaba algo, me quité el sostén y le di unos masajes a mis
pechos. Por fin, con mucha calma me fui bajando las pantaletas para que
apreciara en plenitud mi velluda cuca, que para esos momentos ya se hallaba
totalmente mojada. Finalmente, abrí la ducha y me di un largo, largo,
larguísimo baño, jabonándome por todo el cuerpo, especialmente la entrepierna
la cual sobaba con firme suavidad mientras abría y cerraba las piernas. Me
producía un morbo enorme imaginármelo al otro lado de la pared con sus ojos
brillantes, su boca abierta, respirando agitadamente y dándose un tremendo
masaje en su falo enhiesto. No pude resistir más y un maravilloso orgasmo
recorrió mi cuerpo. Finalmente se me "cayó" el jabón y tuve que
agacharme a recogerlo, lo cual me permitió abrir las piernas y apuntar el culo
hacia el mirón para qué gozara del exquisito paisaje de mis dos hoyitos.
Lentamente me sequé y me vestí. Estaba cansada pero tenía la más absoluta
convicción de que había hecho una buena obra y que el mironcito había acabado
quizá más de una vez. Esta representación la repetí varias veces más, hasta que
me fue pareciendo insuficiente y comencé a sentir la necesidad de ver al chico
en vivo y en directo. Imaginaba cuanto me excitaría si pudiera verlo, desnudo
frente a mí sobando su pene hasta hacer saltar un chorro de semen que yo
recibiría sobre mi cuerpo, temblando de placer. Entonces, empecé a maquinar un
plan para concretar mi idea y, de ser posible, convertir al muchachito en un
hombre... pero de pronto mi amigo el secretario empezo a contarme como a través
del espejo de mi oficina, Todos los días, como hoy, se paraba ante el cristal
de mi oficina, un cristal que del lado de afuera es un espejo y en el interior
es perfectamente transparente, que le da la oportunidad de admirarme sin que yo
me diera cuenta. Todos los días, como hoy, y seguía diciéndome: tu te
acercas al espejo y me regalas tu imagen, la imagen de una mujer muy sensual,
con un cuerpo lleno de ondulaciones, de magníficas curvas y de carnes
perfectamente repartidas, tu cuerpo sano, resistente, duro, sin excedentes de
grasa, tan sólo la necesaria para hacerte ver más sensual. Yo contemplo
extasiado la exhibición que haces ante mí, dándome la espalda e inclinándote
hacia delante, dejando que tu corta falda se deslice, para enseñarme la
blancura de tus muslos y la redondez de tus nalgas. Después te vuelves y
mirándote al espejo, dejas ante mi vista un par de perfectos globos de carne,
de tus senos hermosamente formados, tomando uno en una de tus manos, para
acomodarlo en el sostén y después el otro en un movimiento similar. Te sientas
en un murete y al hacerlo, me dejas contemplar tus delgadas pero torneadas
piernas, haciendo que mi mirada se prolongue hasta el triángulo oscuro de tu
sexo, que puedo ver sin ningún obstáculo, pues no tienes puestas las
pantaletas. Esta exhibición tan sensual de tu cuerpo me pune caliente. Mi verga
completamente tiesa me pide que la libere de la prisión de los pantalones y
compadeciéndome de ella la saco fuera, para después acariciarla en toda su
longitud, descubriendo el glande, estirando el prepucio, empezando a menearla,
de arriba abajo, siguiendo un acompasado vaivén, que poco a poco me va llenando
de infinitas ansias de venirme, de derramar mi esperma, de disfrutar de un
relajador orgasmo, todo esto, mientras sigo contemplando tu regia imagen que
sigue mostrándose ante mí, cambiando de posición a cada momento, cada vez más
sensual, cada vez más caliente. Casi puedo adivinar que intuyes que te observo,
pues me sonríes y me obsequias con tu boca roja, un beso que vuela por el aire
y se posa en la mía. Ahora llevas tu mano derecha a tu entrepierna y acaricias
lentamente tu piel hasta llegar a la confluencia, hacia tu sexo, que imagino
anhelante, cálido, rezumarte de líquidos, de los cuales casi siento el olor, tu
fragancia, tu perfume, y una vez alcanzada la meta, procedes a introducir tus
dedos en la vagina, para luego sacarlos y llevarlos donde se encuentra el
clítoris, como un pequeño pene que se endereza de gusto al ser acariciado,
hasta ponerse duro, como la roca. Continúo sobando mi verga, con un placer que
se va acrecentando, respirando en forma entrecortada, apresurando mis
movimientos, al sentir que el deleite supremo de la venida llega por fin
cubriendo mis manos con la esperma que fluye y fluye, hasta que la fuente de
mis testículos se agota, al mismo tiempo en que tú te estremeces violentamente
ante la llegada del orgasmo, respirando con desesperación, como si te faltara
el aire, liberando tus energías y dejándote invadir por esa paz, por esa
laxitud que penetra en tu cuerpo. Todo ha concluido, yo he logrado mi placer y
tú, después de satisfacer tu necesidad de exhibirte y tu calentura, te arreglas
la ropa y te retiras sonriéndome a través del espejo. Yo te despido,
pronunciando las palabras que salen de mis labios todos los días: "Hasta
mañana, amor, hasta mañana. Te esperaré. A la misma hora, en el mismo lugar,
como lo hemos convenido"
Y cuando el termino de
confesarme todo lo que hacia viéndome y contemplandome como me masturbaba en el
cuarto donde yo descanso todos los días, me sonreí y le conteste con picardía, cuando me vuelvas a observar no pierdas el tiempo mirándome, entra y asi nos
gozaremos juntamente, y asi juntos podremos decir, hasta mañana y nos vemos
como hemos convenido.
Y soltamos una
agradable carcajada…
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