Cuenta Los Minutos Que Estas En Mi Blog Y Gozate

Cuenta Los Minutos Que Estas En Mi Blog Y Gozate

Reloj

14 abr 2011

Observada

Hurgando en el baúl de los recuerdos, me encontré con esta historia que aunque fue hace tiempo, en su debido momento fue una pequeña fuente inspiradora de placer. Hace bastantes años tuve un importante puesto en una empresa y, por tal motivo, una oficina con varias secretarias. Una de ellas, después de un paciente trabajo se convirtió en mi amiga íntima y mi secretario era un hombre muy apuesto al que yo le gusté  enseguida que me lo presentaron nos hicimos buenos compañeros de trabajo pero que al pasar un buen tiempo casi un año, mantuvimos una deliciosa relación sexual con muchísimos encuentros a veces en su casa, a veces en la mía y a veces en moteles. El era un hombre separado, moreno claro, pelo muy negro y largo hasta los hombros, de unos 32 años de edad por esa fecha. Muy educado, todo un caballero en el trato diario y una fiera muy competente en la cama. Nuestra intimidad nos llevó a relatarnos mutuamente algunas experiencias sexuales anteriores como una forma de aumentar el placer. Le conté varias cosas y, una de ellas, es la que voy a referir a continuación. Mis palabras entrecortadas mientras culiábamos ferozmente en un sillón de cuero que tenía en la sala de su casa. Tú sabes que me casé muy joven le decia. Solo tenía 15 años cuando me uní a mi primer esposo.
No era  muy trabajador pero era muy activo sexualmente, ¡Ah, Aun me mojo al recordar las cogidas que me daba! Lamentablemente era muy celoso (Y eso fue la causa de nuestra separación pues algunas veces llegó hasta la violencia)
 El caso es que vivíamos en una casa modesta adosada a otra modesta casa. el baño de la nuestra era una habitación de regular tamaño que, justamente, quedaba pegada a la casa de nuestra vecina, una señora de edad que vivía sola con un nieto adolescente. 
Cierta vez me pareció escuchar algunos ruidos raros y tuve la impresión de que alguien me observaba mientras me bañaba. Un poco más tarde revisé cuidadosamente esa pared y pude hallar en ella un pequeño orificio. Sentí una profunda molestia al sospechar, casi con certeza, que mi privacidad había sido vulnerada y que mi vecinito disfrutaba de mi cuerpo desnudo. Para asegurarme, un día en que mi vecina estaba sola , la visité y comprobé que ciertamente, el cuarto donde dormía el muchacho quedaba pegado a mi baño y que, bajo el bendito agujero, se observaban, en la pared y en el suelo, algunas manchas brillantes y blanquecinas que no podían ser otra cosa que semen seco. No hallé que hacer. Pensé en decirle a mi marido pero, conociendo su violento carácter, cambié de opinión pues temí que golpeara al chico y nos viéramos todos envueltos en un escándalo y problema mayor de imprevisibles consecuencias. Tampoco me pareció adecuado acusarlo con su abuelita. Y así, mientras cavilaba, me fui dando cuenta de que el problema no era tan grave y que, más aun, me producía un pequeño morbo imaginarme al chico, a un metro de distancia y pajeándose furiosamente en mi honor. Entonces, un día resolví que, si él quería ver, pues vería. Tomé la precaución de bañarme cuando él estuviese en su casa y le monte un pequeño show. Con mucha calma me fui quitando la ropa, dándole la espalda y quedando por algunos momentos solo en sostén y pantaletas. Después de caminar haciendo como que buscaba algo, me quité el sostén y le di unos masajes a mis pechos. Por fin, con mucha calma me fui bajando las pantaletas para que apreciara en plenitud mi velluda cuca, que para esos momentos ya se hallaba totalmente mojada. Finalmente, abrí la ducha y me di un largo, largo, larguísimo baño, jabonándome por todo el cuerpo, especialmente la entrepierna la cual sobaba con firme suavidad mientras abría y cerraba las piernas. Me producía un morbo enorme imaginármelo al otro lado de la pared con sus ojos brillantes, su boca abierta, respirando agitadamente y dándose un tremendo masaje en su falo enhiesto. No pude resistir más y un maravilloso orgasmo recorrió mi cuerpo. Finalmente se me "cayó" el jabón y tuve que agacharme a recogerlo, lo cual me permitió abrir las piernas y apuntar el culo hacia el mirón para qué gozara del exquisito paisaje de mis dos hoyitos. Lentamente me sequé y me vestí. Estaba cansada pero tenía la más absoluta convicción de que había hecho una buena obra y que el mironcito había acabado quizá más de una vez. Esta representación la repetí varias veces más, hasta que me fue pareciendo insuficiente y comencé a sentir la necesidad de ver al chico en vivo y en directo. Imaginaba cuanto me excitaría si pudiera verlo, desnudo frente a mí sobando su pene hasta hacer saltar un chorro de semen que yo recibiría sobre mi cuerpo, temblando de placer. Entonces, empecé a maquinar un plan para concretar mi idea y, de ser posible, convertir al muchachito en un hombre... pero de pronto mi amigo el secretario empezo a contarme como a través del espejo de mi oficina, Todos los días, como hoy, se paraba ante el cristal de mi oficina, un cristal que del lado de afuera es un espejo y en el interior es perfectamente transparente, que le da la oportunidad de admirarme sin que yo me diera cuenta. Todos los días, como hoy, y seguía diciéndome: tu  te acercas al espejo y me regalas tu imagen, la imagen de una mujer muy sensual, con un cuerpo lleno de ondulaciones, de magníficas curvas y de carnes perfectamente repartidas, tu cuerpo sano, resistente, duro, sin excedentes de grasa, tan sólo la necesaria para hacerte ver más sensual. Yo contemplo extasiado la exhibición que haces ante mí, dándome la espalda e inclinándote hacia delante, dejando que tu corta falda se deslice, para enseñarme la blancura de tus muslos y la redondez de tus nalgas. Después te vuelves y mirándote al espejo, dejas ante mi vista un par de perfectos globos de carne, de tus senos hermosamente formados, tomando uno en una de tus manos, para acomodarlo en el sostén y después el otro en un movimiento similar. Te sientas en un murete y al hacerlo, me dejas contemplar tus delgadas pero torneadas piernas, haciendo que mi mirada se prolongue hasta el triángulo oscuro de tu sexo, que puedo ver sin ningún obstáculo, pues no tienes puestas las pantaletas. Esta exhibición tan sensual de tu cuerpo me pune caliente. Mi verga completamente tiesa me pide que la libere de la prisión de los pantalones y compadeciéndome de ella la saco fuera, para después acariciarla en toda su longitud, descubriendo el glande, estirando el prepucio, empezando a menearla, de arriba abajo, siguiendo un acompasado vaivén, que poco a poco me va llenando de infinitas ansias de venirme, de derramar mi esperma, de disfrutar de un relajador orgasmo, todo esto, mientras sigo contemplando tu regia imagen que sigue mostrándose ante mí, cambiando de posición a cada momento, cada vez más sensual, cada vez más caliente. Casi puedo adivinar que intuyes que te observo, pues me sonríes y me obsequias con tu boca roja, un beso que vuela por el aire y se posa en la mía. Ahora llevas tu mano derecha a tu entrepierna y acaricias lentamente tu piel hasta llegar a la confluencia, hacia tu sexo, que imagino anhelante, cálido, rezumarte de líquidos, de los cuales casi siento el olor, tu fragancia, tu perfume, y una vez alcanzada la meta, procedes a introducir tus dedos en la vagina, para luego sacarlos y llevarlos donde se encuentra el clítoris, como un pequeño pene que se endereza de gusto al ser acariciado, hasta ponerse duro, como la roca. Continúo sobando mi verga, con un placer que se va acrecentando, respirando en forma entrecortada, apresurando mis movimientos, al sentir que el deleite supremo de la venida llega por fin cubriendo mis manos con la esperma que fluye y fluye, hasta que la fuente de mis testículos se agota, al mismo tiempo en que tú te estremeces violentamente ante la llegada del orgasmo, respirando con desesperación, como si te faltara el aire, liberando tus energías y dejándote invadir por esa paz, por esa laxitud que penetra en tu cuerpo. Todo ha concluido, yo he logrado mi placer y tú, después de satisfacer tu necesidad de exhibirte y tu calentura, te arreglas la ropa y te retiras sonriéndome a través del espejo. Yo te despido, pronunciando las palabras que salen de mis labios todos los días: "Hasta mañana, amor, hasta mañana. Te esperaré. A la misma hora, en el mismo lugar, como lo hemos convenido"
Y cuando el termino de confesarme todo lo que hacia viéndome y contemplandome como me masturbaba en el cuarto donde yo descanso todos los días, me sonreí y le conteste con picardía, cuando me vuelvas a observar no pierdas el tiempo mirándome, entra y asi nos gozaremos juntamente, y asi juntos podremos decir, hasta mañana y nos vemos como hemos convenido.
Y soltamos una agradable carcajada…

No hay comentarios: